viernes, 26 de marzo de 2010

Èpica y epopeya

¿Cuántas veces no hemos escuchado en el noticiero deportivo: los dos equipos clasificados libraron una batalla épica hasta que sólo uno resultó el vencedor? Hoy en día la palabra épica todavía está presente en nuestro vocabulario. Es sinónimo de batalla, competencia, disputa y grandeza. El término lo heredamos de los griegos y era utilizado para designar a la poesía hablada o recitada ( tradición oral) . En la épica popular o tradicional se cantaban las hazañas de los héroes. Por ejemplo, la Ilíada canta la cólera del guerrero aqueo Aquiles en la guerra de Troya. Petrie en su libro "Introducción al estudio de Grecia", señala que la Ilíada es la epopeya de la guerra de Troya, la cólera de Aquiles y la muerte de Héctor. Mientras que la Odisea es la epopeya del "nostos", el regreso de Odiseo a su tierra Ítaca. Ambos héroes griegos deben librar batallas épicas. La Eneida es la gran épica de la fundación del pueblo romano y es llamada épica culta, porque a diferencia de la épica tradicional o popular (Ilíada y Odisea), no provenía de la tradición oral, sino que era una obra pensada, trabajada y por encargo.

miércoles, 17 de marzo de 2010

"Eneas en el Tíber" de Alejandro Oliveros

Publicado originalmente en: http://prodavinci.com/2010/01/19/eneas-en-el-tiber/


Copiamos aquí el hermoso ensayo de Alejandro Oliveros que nos habla del singular viaje de Eneas.


Eneas en el Tíber
Que Eneas no era un hombre de mar, como Ulises, lo sabemos desde el principio. Desde la misma aparición del héroe virgiliano en las páginas de la Eneida. Ante la espantosa tormenta desatada por Eolo para complacer a la tan implacable Juno, esposa y hermana de Júpiter, por parte de Cronos-Saturno, nuestro personaje expresa un temor sólo comparable al del Duque de Medina Sidonia, cuando, por insensatas órdenes del rey prudente Felipe II, se tuvo que encargar de la suerte de la Armada Invencible, él, que con toda su grandeza, se mareaba a la sola vista del agitado Atlántico. Eneas, por su parte, tiembla ante el inminente desarreglo de los elementos, el inquietante “frigore membra”.
Inquietante porque a este sobreviviente último de la aristocracia troyana, se le ha encargado ponerse a la cabeza de un itinerario marino. Y lo menos que le pedimos a un hombre con tan delicada responsabilidad es la serenidad. Un atributo que, entre tantas torpezas, debemos reconocerle a Edward J. Smith, infortunado comandante del Titanic. El mantuano cuenta, y canta, de esta manera, el terror del hijo de Anquises ante la perspectiva de hacerse a la mar agitada y devoradora de altas naves y esforzados hombres:
Un frío repentino afloja los miembros de Eneas, exhala un gemido y,
tendiendo las manos los astros, exclama de esta suerte: ‘!Una y
mil veces bienaventurados a quienes tocó morir a la vista de sus
padres, bajo los altos muros de Troya! ¡Oh, hijo de tideo, el más
valiente de la raza de los dánaos, que no haya yo podido caer en
los campos ilíacos y por tu mano derramar mi alma allí donde
yace el fiero Héctor, derribado por la lanza del Eácida, donde
yace el gigante Sarpedón, donde el Simosis arrastra revueltos
bajo sus ondas tantos escudos y tantos yelmos de tantos cuerpos
cuerpos valerosos de héroes.
Aunque no dejaba de tener razón Eneas. Porque el temporal diezmó su flota de la misma manera que el duque de Medina Sidonia, inmortalizado por Cervantes en un soneto implacable, vio perderse a la pobre Invencible en los diversos mares que rodean las islas británicas. Y es que, como he dicho, ni Eneas ni Medina eran hombres de mar. Y, en ambos casos, el océano se da en ellos como fatalidad. Como destino que hubieran preferido evitar. Y es que ni Troya es Grecia, ni España la pérfida Albión, pródigas ambas en lobos de las saladas aguas, como Sir Walter Raleigh. Y como Ulises. Quien enfrentó a no menos tormentosas aguas. En su caso no es el pintoresco Eolo quien lo adversa. El itacense tiene como enemigo a no otro que a Poseidón, rey de las aguas marinas temible. Pero es que Ulises es un hombre de mar. Aunque se pueda esgrimir, no sin ligereza, que lo que ansiaba era pisar tierra, regresar a su isla, a su palacio tomado, a una Penélope envejecida y a un indócil Telémaco. Se puede recordar que nunca quiso ir a Troya, que fue el último que se embarcó y que hasta trató de hacerse el loco para evitarlo.
Leen poco y mal los que así discurren. Ulises no desconfía en aquel momento de la partida, de la travesía por el vinoso ponto. Desconfía, con razón, de unos planes guerreros que tenían como objetivo el rescate de la esquivosa mujer de Menelao que se había ido a Troya con Paris por su propia voluntad. El laertíada tiene que haber admirado los formidables muros de Troya en alguna de sus travesía por el Mediterráneo griego, y contemplado sus altas torres, aquellas “topless towers of Illium” cantadas por un contemporáneo de Shakespeare, el irresponsable Christopher Marlowe. Claro que sabía de Troya y de allí su desconfianza. Pero más desconfiaba de Helena, a la que seguramente conoció en alguno de los banquetes en el palacio del Atrida. Y si no la conoció antes de la caída de Troya la conoció después. Como cuenta, y canta, Kazantzakis en su moderna Odisea, donde se reseña la segunda, y última, salida de Ulises a la aventura. Y de cómo en este segundo periplo post-Itaca, se detuvo primeramente en Lacedemonia y fue recibido por Menéalo en su palacio, de donde sacó, a oscuras, esta vez sí secuestrada, a una aburrida Helena confiada en nuevas aventuras con el más aventurero de los héroes. Lo que desconocía la ligera hermana de Clitemnestra era que Ulises la mantendría amarrada en cubierta, hasta dejarla, como regalo a los cretenses, objeto del desprecio de Kazantzakis. Todo esto lo cuenta el formidable escritor griego en los 44.000 hexámetros de su Odisea. Pero no fue el autor de Zorba, el único que se encargó de reseñar las nuevas navegaciones de Ulises. Conocemos de lo poco que nos queda del ciclo épico, fragmentos como el de la Telemaquíada donde se registra un final esperado para el viejo lobo de mar y señor de Ítaca. En busca de su hijo, se hace de nuevo a la mar hasta llegar a las playas de Circe, de doradas trenzas y encontrarla amancebada con Telémaco, en un desplazamiento que habría encantado a Freud. En un ingrato enfrentamiento, el hijo dio muerte al marino infinito. Que el destino de Ulises era el mar y sus riberas, y que no se corría ni se le sacaba su broncíneo cuerpo, lo va a reseñar también el dante en su viaje a las profundidades. En el canto XXVI de su Inferno, se encuentras los visitantes con un espacio encendido, donde se destaca una llama doble y “Lo maggior corno della fiamma antica/ cominciò a crollarsi mormurando/pur comme quella cui vento affatica”. Y lo que dice esta llama más alta, es cosa de maravillas, uno de los relatos más deslumbrantes y reveladores de la literatura occidental. Como lo reconoció, en sus días de Auschwitz, el italiano Primo Levi y lo relata en el mejor de sus libros. Me voy a permitir reproducir lo que dice “il maggior cor”, la flama más alta, que es la de Ulises, porque la otra, la pequeña, como se sabe, es la de Diomedes:
Cuando libre de Circe, la inhumana,
que más de un año en Gaeta me retuvo,
do antes de Eneas era soberana,
ni el cariño por mi hijo me contuvo,
ni de mi viejo padre la ternura,
ni el amor de Penélope me abstuvo,
de correr por doquiera a la ventura,
por conocer el mundo como experto
y al hombre con sus vicios y cultura.
Lancéme sin temor al mar abierto,
con solo un leño, y tuve por compañía
pocos hombres, más todos de concierto.
Vi las costas del mar hasta la España,
en Marruecos, y en la isla de los sardos,
y las comarcas que en contorno baña.
Mis compañeros, viejos y ya tardos,
cual yo también, llegamos al estrecho
donde Hércules plantó firmes resguardos
para marcar al hombre fatal trecho;
Ceuta dejé a un lado a la partida,
y Sevilla quedó por el derecho.
Hermanos, que entre riesgos sin medida,
tocáis el extremo de occidente,
en la corta vigilia de la vida,
aprovechad la fuerza remanente!
No os privéis de la máxima experiencia
de hallar en pos del sol mundo sin gente.
De noble estirpe es vuestro ser esencia:
para alcanzar virtud habéis nacido
y no a vivir cual brutos sin conciencia.
De lo mío el ánimo aguerrido
esta arenga conforta y su osadía
nadie, ni yo, la hubiera contenido.
La popa vuelta a donde nace el día,
en alas locas vueltas nuestros remos,
vamos a la izquierda siempre en nuestra ví.
Del otro polo, las estrellas vemos
en la noche, y abajo no aparecen
del horizonte nuestro los extremos.
Cinco lunas renacen y decrecen,
con la luz por debajo de la luna
desde el gran paso en que los mares crecen,
cuando aparece una montaña bruna

por la larga distancia, levantada
cual hasta entonces no era vista alguna.
¡Oh, alegría que en llanto fue trocada!
Que de la nueva tierra un torbellino
bate la proa la nave tormentada.
Tres vueltas le hace dar en remolino;
sube la popa al enfrentar la tierra,
baja la proa, y el querer divino
al fin el mar sobre nosotros cierra.
La cita puede parecer demasiado larga pero debe entenderse como un veloz homenaje al que fue el mejor lector del autor de las Églogas. Pero, también puede encontrar justificación en que nos reitera el destino marinero del héroe homérico. Que no murió bajo techo y los cuidados de Penélope, sino en el cerúleo Atlántico, cuando “infin che ‘l mar fu sovra noi richiuso”.
Ulises, como todos los grandes héroes, es una metáfora de la vida de su tribu. Su aventura es la misma de Grecia. De su expansión imperial surcando el anchuroso techo de la ballena. Hacia el este, hasta Asia menor y el Mar Negro. Hacia el oeste hasta Sicilia y más allá, España, siguiendo las rutas de los mercaderes fenicios. La historia de Grecia encuentra mejor expresión en la Odisea que en todas las historias de sus historiadores. El mar es circular, como el de la mentalidad primitiva. Y no de otra forma es el recorrido de Ulises, circular. Que fue siempre la estructura de la épica. Gilgamesh sale en busca de la inmortalidad y regresa, tan mortal como antes, a su lugar de origen. El hijo de Alertes lo mismo. Con desconfianza sale de Ítaca para regresar, veinte años después, pero envenenado por el veneno de la aventura marinera. Su destino es el de Grecia, su patria-tierra, y hay que buscarlo en los surcos retorcido del vinoso ponto.
Si ahora volvemos al héroe de Virgilio después de la tormenta eólica, lo encontramos en tierras libias a donde fue a parar con sus blancos huesos. Libia es Cartago y en Cartago gobierna Dido, la hermosa reina africana. No es el tema de estas páginas, pero podríamos aventurar que al hablar de la soberana cartaginesa, Ulises tuvo presente a la otra reina africana, a la Cleopatra Tolomeo. Eneas y Dido son Antonio y Cleopatra si Antonio hubiese sido más sensato. La simetría es sugerente. Ambas reinas fueron formidables gobernantes de potencias terrestres. Y ni Antonio ni Eneas alcanzaron fama como almirantes de la mar Oceanía. De modo que tenían que sentirse a sus anchas ambos comandantes en aquellas geografías tan poco comprometidas con los avatares del mar. Esto explica, con la hospitalidad y nobleza de Dido, la renuencia de Eneas a seguir un destino que, inexorablemente, lo llevaría de nuevo a hacerse a la mar de encontradas corrientes y sumergidos valles:
Durante todo el invierno, tan largo como fuere, solazábanse
en blanduras, olvidados de sus reinos (Eneas y Dido),
cautivos de torpe deleite.
Pero, como se sabe, son mezquinos los dioses con la felicidad de los hombres. Somos sus juguetes, se quejaba Sófocles. Y no van a prolongar tanta armonía en la vida del prudente Eneas. Quien recibirá la visita del dios alado para recordarle que su proyecto existencial no es gobernar Cartago sino fundar Roma, nada menos, para lo cual tendrá que cruzar esta vez, no de este a oeste, sino de sur a norte el Mediterráneo, en los leños restaurados después de la “fiesta” de Eolo. “No por mi voluntad voy a Italia”, son las cortas palabras con las que trata de justificar su decisión de marcharse. Pero, en esta segunda huida, Eneas cuenta con el favor de los dioses. Al menos es lo que le insinúa el inmortal mensajero en una nueva aparición: “¿No oyes cómo alientan los céfiros favorables? ¿Por qué no precipitas la fuga mientras la puedas precipitar? Entonces,! no más demoras!” Y el héroe se lo hace saber a su tripulación, que, por lo demás, no parece haber tenido en Cartago la misma suerte que su capitán: “Despierten, remeros, de prisa a los bancos. Suelten velas prontamente, Un dios enviado desde el alto cielo, he aquí que de nuevo me insta a acelerar la fuga y cortar las retorcidas amarras. Navega con nosotros, ¡oh santo entre los dioses, senos propicio y enciende en el cielo favorables astros.”

Sexto Propercio elegía 34 del Libro II

Esta es la famosa elegía del gran Propercio en la que adelanta la gloria de Virgilio. El problema con Propercio es  que es difícil precisar su ironía. El texto en negritas se refiere directamente a Eneida.


¿Cómo va uno a describirle a Amor el rostro de su dueña?
A mi amiga, así, casi me la roban.
Hablo por experiencia, no hay nadie fiel en amor:
todos pretenden a la mujer hermosa y no es raro.
Aquel dios enemista parientes, separa amigos
y provoca guerras fúnebres entre aliados.
Un adúltero huésped hospedó Menelao:
¿Y no se fue la Cólquida con un desconocido?
Tú, Linceo, ¿Has podido, pérfido, tentar
a mi cuita? ¿Y las manos no se te cayeron?
¿Y si ella no llega a resistir con tanta decisión?
¿Podrías seguir viviendo en tamaña vileza?
Párteme el corazón con una espada o envenéname:
¡Deja, ay, en paz al menos a mi dueña!
Puedes compartir mi vida, mi persona,
te admito, amigo, que domines mis asuntos:
Sólo respétame el lecho, te lo ruego, sólo el lecho.
Por rival, no puedo soportar ni a Júpiter.
Hasta yo compito con mi propia sombra que no es nada,
estúpido, porque a veces me encelan celos estúpidos,
Sólo hay una causa, por la que disculpo tan grave traición,
que erraban tus palabras por exceso de vino.
No volverá a engañarme un ceño de vida severa:
Todos saben ya lo bien que sienta amar.
II, 34 B
¡Mi propio Linceo está loco de amor tardío!
Me alegra que tú al menos frecuentes mis dioses.
¿De qué te valdrá ahora tu saber de Socráticos
libros o poder hablar del transcurso de las cosas?
¿De qué te sirven los versos selectos del Erecteo?
En un amor profundo, nada ayuda vuestro anciano.
Tú imitarás a Filitas glosador de las Musas,
es mejor, y los sueños del sencillo Calímaco.
Pues aunque cuentes otra vez del Etolio Aquelao,
cómo fluyó su caudal quebrantado de amor profundo,
y cómo el Meandro tortuoso por el campo Frigio
erra y esquivan sus aguas hasta el cauce,
y en qué forma Arión, el caballo hablador del triste
Adrastro, venció en los funerales de Arquemor,
no te servirán el orgullo de la cuádriga Anfiarea,
o las ruinas tan gratas a Júpiter de Capaneo.
Deja de engarzar palabras de coturno Esquileo,
deja, y fragméntalas en coros líricos.
Empieza ya a incluirlas en molde ajustado,
y atiende tus pasiones, poeta insensible.
Tú no irás más a salvo, que Antímaco o que Homero:
Una chica orgullosa desprecia hasta a los grandes dioses.
Mas no sucumbe un toro al arado agobiante,
antes de que sus cuernos ligues con fuertes sogas,
ni tú podrás soportar amores implacables:
Que antes habré de dominar tu agresividad.
Ellas no suelen preguntar la razón del Universo,
ni por qué esfuerzan sus corceles la luna y su hermano
ni si va a quedar algo tras las fatigas Estigias,
ni si estallan los rayos lanzados por decreto.
Mírame, yo heredé de mi casa una pequeña fortuna
no un triunfo de mi abuelo en un Marte remoto
¡Cómo reino en la fiesta entre un montón de chicas
por un genio al que tú restas importancia!
Válgame dormir tendido entre guirnaldas de ayer,
que un dios certero llegó a mis huesos con sus dardos;
las costas de Accio con Febo por guardián y las naves
del fuerte César, puede cantarlas Virgilio,
que suscita ahora las armas del Troyano Eneas
y los muros plantados en las playas Lavinias.
¡Ceded, autores Romanos! ¡Ceded, griegos!
Nace no sé qué mejor que la Ilíada:
Tú cantas bajo los pinos del umbroso Galeso
a Tirsis y a Dafnis de gastadas flautas,
cómo pueden seducir a las chicas diez manzanas
y un cabrito arrebatado de las ubres que mamaba.
¡Feliz, si compras baratos tus amores con manzanas!
A esta ingrata ya puede cantarle el propio Títiro.
¡Feliz Coridón que al virginal Alexis, las delicias
de su amo campesino, intenta ganárselo!
Aunque él repose, cansado, de su flauta
lo alaban sin esfuerzo las Hamadríadas.
Tú cantas según cánones del viejo poeta Ascreo,
en qué llano crece el trigo, la uva en qué collado.
Logras con tu lira experta un canto semejante
cual el Cintio templa al toque de sus dedos.
No obstante, este género no aburrirá a lector alguno,
ya sea torpe en el amor o experimentado.
Pues en inspiración no es inferior aunque en voz lo sea,
el cisne armonioso cedió al canto espontáneo del ganso.
Varrón, incluso, acabado su Jasón los componía
Varrón llama que abrasaba a su Leucadia;
cantáronlo también las obras del sensual Catulo,
por ellas se conoce a Lesbia incluso más que Helena;
también las páginas de Calvo los difunden,
al cantar las exequias de la pobre Quintilia.
¡Cuántas heridas por la hermosa Licoris, lavó
al morir, Galo, con el agua infernal!
Por cierto, que Cintia está alabada en versos de Propercio,
por si Fama quiere incluirme entre todos aquéllos.

Eneas en Ilíada del Canto XIII al XXIV

Iliada XIII vv 458-ss

En el curso de sus pensamientos [a Deífobo]  le pareció lo mejor / ir en busca de Eneas. Lo halló el último de la muchedumbre, / quieto: albergaba un cólera incesante con el divino Príamo, / porque no lo valoraba  a pesar de su valor entre los guerreros.  / Deteniéndose cerca, le dijo estas aladas palabras: / ¡Eneas consejero de los troyanos! Ahora a toda costa / has de defender a tu cuñado si algo te importan tus parientes! […]
[Idomeneo]¡ Aquí, amigos! ¡Defendedme que estoy solo! Miedo atroz / me da el ataque de Eneas, de pies veloces, que viene contra mí / y es muy poderoso para exterminar a los hombres en la lucha. 
[Más adelante Eneas mata a Afaleo Caletórida v. 541-543]

XVI vv. 608-625

Eneas arrojó la broncínea lanza contra Meríones: / esperaba atinarle mientras avanzaba protegido bajo el broquel; / pero éste vio venir la broncínea pica de frente y la esquivó. / Se agachó hacia adelante, y la larga asta detrás de él / se hundió en el suelo y empezó a vibrar el cuento / de la pica; y el brutal Ares no tardó en relajar allí su furia. / La punta de la lanza de Eneas se perdió bajo el suelo / palpitando, después de partir en vano de su robusto brazo. Entonces Eneas exclamó con el ánimo lleno de ira: / <<¡Meríones! Por muy buen bailarín que seas, seguro que / mi pica te habría detenido para siempre de haberte acertado.>> / A su vez Meríones, insigne por su lanza, le miró y dijo: / <<¡Eneas! Por muy valiente que seas, difícil es / que apagues la furia que todos los hombres que frente a ti / lleguen a oponerse: también tú tienes hechuras de mortal. / Si logro acertarte y te alcanzo de lleno con el agudo bronce, / me darías el honor, y la vida a Hades, el de ilustres potros.>>

XVII vv. 319-ss [Eneas reconoce a Apolo, incita al combate y hiere a Leócrito]

Entonces los troyanos a manos de los aqueos, caso a Ares, / habrían penetrado en Ilio doblegados por sus cobardías, / y los argivos habrían conquistado gloria contra el sino de Zeus / y sólo gracias a su fuerza y su brío; pero Apolo en persona / instó a Eneas, tomando la figura de Perifante, /
El heraldo Epítida, que al servicio de su anciano padre / envejecía como pregonero y que sentía un gran amistad por él. / Apolo el hijo de Zeus, tomó la figura de aquél y le dijo: / <<¡Eneas! ¿Cómo en contra de la divinidad podríais salvar / la escarpada Ilio? Igual que ya he visto a otros hombres: / poniendo la confianza en su fuerza, su brío su virilidad / y en su número, aunque tuvieran una tropa en exceso reducida. / Es más, ahora Zeus prefiere para nosotros y no para los dánaos / la victoria; mas tembláis de modo inenarrable y no lucháis. >> / Así habló, y Eneas reconoció al flechador Apolo, / al verlo de frente y con un gran grito dijo a Héctor: / <<¡Héctor y demás jefes de los troyanos y de los aliados! / Es una vergüenza que bajo el acoso de los aqueos, caros a Ares, / ahora penetremos en Ilio, doblegados por nuestras cobardías. / Pero un dios se ha presentado ante mí y me ha asegurado / que Zeus, supremo instigador de la lucha, es aún nuestro patrono. / Por eso, vayamos derechos contra los dánaos y que tranquilos no logren acercar el cadáver de Patroclo a sus naves.>> / Así habló y de un salto se plantó delante de las líneas, / y ellos se revolvieron y plantaron cara a los aqueos. Entonces Eneas hirió con la lanza a Leócrito, / Hijo de Arisbante, noble compañero de Licomedes.

XVII vv. 491-536

[Héctor] ¡Eneas consejero de los troyanos, de broncíneas túnicas! / Acabo de ver aquí los dos caballos del velocípedo Eácida, / que han aparecido en combate con aurigas viles./ Por eso tendría esperanza de capturarlos si tú en tu ánimo / quieres, porque, ante la acometida de nosotros dos, / no osarían plantarnos cara de cerca ni trabar marcial lucha.

vv. 755-761 

Como una bandada de estorninos o de grajos vuela / con estridentes chillidos de muerte al ver acercarse delante / al gavilán, que siembra mortandad entre los pájaros menudos, / así bajo el empuje de Eneas y Héctor los jóvenes aqueos / iban entre chillidos de muerte, olvidados de su belicosidad. / Muchas bellas armas cayeron alrededor y a los lados del foso / en la huida de los dánaos, y no había pausa en el combate.

Iliada XX 158-352

[Enfrentamiento entre Aquiles y Eneas. Posidón rescata al héroe troyano a pesar de Hera.]
El destino suyo es eludir la muerte, / para evitar que perezca estéril y sin traza el linaje / de Dárdano, el hijo que el Crónida más amó de todos / los que han nacido de él y de mujeres mortales. / Pues el Cronión ya ha aborrecido la estirpe de Príamo, / y ahora la pujanza de Eneas será soberana de los troyanos, / igual que los hijos de sus hijos que en futuro nazcan. 

Eneas en los primeros doce cantos de la Iliada

Iliada II, vv.819-821

De los dardanios el jefe Eneas, el noble hijo de Anquises, / a quien por obra de Anquises alumbró Afrodita, de casta de Zeus, / la diosa que había yacido con un mortal en las lomas del Ida.

Iliada V vv. 166-ss

Lo vio Eneas arrasando las hileras de guerreros / y echó a andar entre la lucha y el fragor de las picas / buscando a Pándaro, comparable a un Dios, a ver si lo hallaba, […]
Díjole, a su vez, el ilustre hijo de Licaón:
-Eneas, consejero de los troyanos, de broncíneas túnicas [….]
[Salen en un carro para combatir a Diomedes. Pándaro cree haber herido mortalmente a Diomedes pero Atenea lo ha protegido este en cambio lanza la jabalina que se incrusta en la cara del héroe troyano que cae muerto con gran estruendo]

V v. 297.
Eneas saltó a tierra con el broquel y la larga lanza, / temeroso de que los aqueos se llevaran el cadáver arrastrándolo. / Asentó los pies a ambos lados, como león fiado de su coraje, / y embrazó la lanza y el broquel, por doquier equilibrado, / furioso por matar a quien viniera a enfrentarse con él, / mientras profería pavorosos alaridos. Asió en la mano una peña / el Tidida, gran hazaña, que no habrían cargado dos hombres / como son ahora los mortales y que él solo blandió fácilmente. / Con ella acertó a Eneas en la cadera, justo donde el muslo / gira dentro de la cadera, cavidad que denominan cótila. / Le machacó la cótila y desgarró ambos tendones; / y la áspera piedra desolló la piel. Y el héroe se quedó / parado, desplomado de hinojos, y se apoyó con su recia mano, / en el suelo; y la tenebrosa noche le veló alrededor de los ojos. / Y entonces habría perecido Eneas, soberano de hombres, si no lo hubiera notado la agudeza de Afrodita, hija de Zeus, / que le alumbró por obra de Anquises, cuando estaba de boyero. / En torno a su querido hijo extendió los blancos brazos / y lo tapó, poniendo delante un pliegue de su reluciente vestido / como bastión para los dardos, por si un dánao, de veloces potros, / le disparaba el bronce al pecho y le quitaba el aliento vital. […]

V vv. 432-453

Diomedes, valeroso en el grito de guerra, atacó a Eneas, / aunque sabía que el propio Apolo tenía las manos sobre él; / mas ni del excelso dios sentía respeto y ansiaba sin cesar / matar a Eneas y desnudarle de la ilustre armadura. / Tres veces arremetió, ávido de matarlo, / y tres veces Apolo repelió con firmeza el reluciente broquel. / Más cuando por la cuarta vez le acometió, semejante a una deidad, / lo increpó con aterradoras voces y le dijo el protector Apolo: / << ¡Reflexiona, Tidida, y repliégate! No pretendas tener / designios iguales a los dioses, nunca se parecerán la raza de los / dioses inmortales y la de los hombres, que andan a ras de suelo.>> / Así habló y el Tidida un poco hacia atrás, / para esquivar la cólera del flechador Apolo. / Apolo depositó a Eneas lejos de la multitud / en la sagrada Pérgamo, donde su templo estaba construido. / Y en tanto que Leto y la sanguinaria Ártemis / en el alto santuario inaccesible lo curaban y glorificaban, / Apolo, el de argénteo arco, fabricó un simulacro / idéntico al propio Eneas y semejante también en sus armas, / y en torno del simulacro troyanos y aqueos, de casta de Zeus, / se destrozaban los bovinos escudos que rodeaban sus pechos, / tanto los circulares broqueles como las aladas rodelas.

V vv. 512-518
A Eneas del muy pingüe santuario inaccesible en persona / lo sacó y en el pechó infundió furia al pastor de huestes. / Eneas se unió a sus compañeros, y ellos se alegraron / al verlo que se acercaba a salvo e incólume / y lleno de valerosa furia […]

V vv. 541-572
Entonces Eneas, a su vez, capturó a unos excelentes dánaos, / a los dos hijos de Diocles, Cretón y Orsíloco, / […]
Cual dos leones que en las cumbres del monte / se crían bajo la madre en las espesuras del profundo bosque, / y la pareja, por apresar bueyes y cebado ganado, / asola los establos de las gentes, hasta que también los dos / mueren a manos de los hombres con el agudo bronce; / así ambos, bajo los brazos de Eneas doblegados, cayeron abatidos, semejantes a elevados abetos.
De la caída de ambos se compadeció Menelao, caro a Ares, / que saltó delante de las líneas, cubierto de rutilante bronce / y blandiendo la pica, a la vez que Ares excitaba su furia / con el propósito de que sucumbiera a manos de Eneas. /
Lo vió Antíloco, hijo del magnánimo Néstor, / y saltó delante de las líneas; temía por el pastor de huestes, / por si sufría algo y causaba un gran fracaso en su empresa. / Entre tanto los dos las manos y las aguzadas picas / ya mantenían frente a frente, ávidos de lucha, / cuando Antíloco se plantó muy cerca del pastor de huestes. /
Eneas no resistió, a pesar de ser un brioso guerrero, / al ver a los dos varones, uno al lado del otro aguardándolo.

Eneas en el Himno Homérico a Afrodita

vv.191-199

A él le respondió en seguida la hija de Zeus, Afrodita:
-Anquises, el más glorioso de los hombres mortales. Ten ánimo y nada temas en tu corazón en demasía. Pues no hay temor de que vayas a sufrir mal alguno, al menos de parte mía ni de los demás Bienaventurados, pues en verdad eres amado de los dioses. Tendrás un hijo que reinará entre los troyanos y les nacerán hijos a sus hijos, sin cesar. Su nombre será Eneas, porque terrible es la aflicción que me posee por haber venido a caer en el lecho de un varón mortal.

Eneas en la Teogonía de Hesíodo

vv.1008-1012
A Eneas lo parió la bien coronada Citerea, unida amorosamente al héroe Anquises en las cimas del escarpado Ida, azotado por los vientos.

lunes, 15 de marzo de 2010

Lo épico. Greta García

Cuando hablamos del adjetivo “épico” hablamos de un evento, un suceso, una historia que merece ser contada. Por ello la épica popular y la épica culta narran grandes epopeyas, increíbles odiseas y en ocasiones tareas sobrehumanas realizadas por héroes. El héroe épico es un héroe con linaje, es un individuo importante que está por encima del promedio; el héroe es entonces un ser extraordinario capaz de cumplir misiones más allá de las capacidades de cualquier mortal y tiene un destino marcado, su mayor gloria es morir con honor y en combate. En la épica homérica el héroe tenía intromisiones divinas durante la realización de sus hazañas, para bien o para mal; ya en la épica culta posterior al politeísmo griego hay ciertamente un componente religioso en las narraciones épicas, pero no hay necesariamente una interacción entre el héroe y entidades superiores, ni para apoyarlo ni para hacerle más encarnizada su misión. Por ello hoy en día utilizamos el adjetivo “épico” para describir situaciones en las que contra todo pronóstico triunfa quien menos oportunidad tenia, como por ejemplo en eventos deportivos donde en la final equipos rivales se disputan un trofeo, o cuando ocurre algún evento marca un hito en la historia digno de ser conservado en la memoria popular.

viernes, 12 de marzo de 2010

Virgilio Vaticano

Sólo nos han llegado tres manuscritos iluminados del mundo clásico; dos de ellos contienen la Eneida. Aquí tenemos la secuencia de imágenes del Vergilius Vaticanus probablemente el más antiguo y nuestra primera fuente completa de la Eneida.
En vista de que la animación falló por mis limitados conocimientos de html les dejo el siguiente vínculo

martes, 9 de marzo de 2010

Exposiciones asignadas hasta la fecha

En los próximos días colocaré el calendario, con la fecha de cada exposición



1.    Orlando Furioso Ludovico Ariosto / Exposición: Franklin Martínez
2. Los Lusíadas Luis de Camoêns/ Exposición:
3. Jerusalén Libertada Torquato Tasso/ Exposición: Antonio Escalante
4. La Araucana Alonso de Ercilla/ Exposición: Morelys Salas
5. Elegías de Varones Ilustres de Indias Juan de Castellanos/ Exposición: Deyli Osuna
6. La Dragontea Lope de Vega/ Exposición: Eduardo Farías
7. Isidro Lope de Vega/ Exposición:
8. Jerusalén Conquistada Lope de Vega/ Exposición:
9. La hermosura de Angélica Lope de Vega/ Exposición:
10. Las lágrimas de Angélica Barahona de Soto/ Exposición:
11. El paraíso perdido John Milton/ Exposición: Francis Lugo y Víctor Estrada
12. El paraíso recobrado de John Milton/ Exposición: Alan de las Casas
13. El Bernardo poema heroico Bernardo de Balbuena/ Exposición:
14. La Henriada Voltaire/ Exposición:

15. Endymion Keats/ Exposición: Karen Camacho
16. The Cantos Pound/ Exposición:
17. Paterson W.C. Williams/ Exposición:

jueves, 4 de marzo de 2010

La épica

Es un género literario que narra en lenguaje poético la hazaña de un hombre que se enfrenta a lo desconocido con un fin y su peculiar manera de enfrentarlo le confiere un carácter heroico. Las acciones del héroe se relacionan, generalmente, con la fama, la honra y el destino que se cumple como un designio divino, transformando al personaje desde el inicio hasta el final de la narración.

Ahora bien, la palabra épica funciona como adjetivo para designar situaciones que representen combate, aventura o hazañas que requieran cierto grado de heroicidad para ser superadas, acercando al hombre cotidiano al referente del “héroe”.

Sobre la épica

La épica es un género literario compuesto por las obras poéticas que relatan de forma versificada las hazañas grandiosas, las tradiciones, costumbres y el estilo de vida particular de aquellos hombres que, gracias a sus atributos, actos y virtudes son denominados "héroes".

Al utilizar el termino "épica" como adjetivo, se hace referencia a elementos, rasgos, acciones o situaciones que poseen cierta grandiosidad, que involucran un determinado esfuerzo y, en especial, que provocan la exaltacion del espíritu humano.

miércoles, 3 de marzo de 2010

épica

La épica es en un principio resultado de una práctica discursiva surgida en un ámbito cultural donde se cantaban las hazañas de los héroes. Estas hazañas tienen una función social educadora capaz de penetrar en las capas más profundas del ser humano. El próposito de la épica es mantener vivo en la memoria de la posteridad los hechos y errores de los hombres dominados por el exceso para enseñazar y rectificar. Por esta razón, para que una novela, una pelicula, un poema tenga un carácter épico debe poseer no sólo las hazañas y enfretamientos de guerreros de bandos contrarios, sino también un código moral compartido por el ser humano.

Envío de Franklin Martínez

Épica
La épica es un poema narrativo que cuenta hazañas sobrehumanas realizadas por individuos excepcionales (héroes) para el logro de un objetivo o fin guerrero, aunque podría tratarse de la hazaña sobrenatural de enfrentarse vivo a la muerte o a alguna deidad que le impida ir a algún lugar. Estas hazañas realizadas por un héroe  se consideran dignas de ser cantadas y leídas por las generaciones presentes y futuras, porque además estos poemas narrativos versificados suelen recordar hazañas que promueven la identidad nacional, la formación de la nación o exalta las virtudes de los primeros héroes de la nación. Por tratarse de hazañas grandiosas y fuera de lo común el tono del poema narrativo es glorioso, exaltado y único.
Lo épico o épica (adjetivo) hace referencia a cualquier enfrentamiento guerrero donde los héroes (seres excepcionales) realizan acciones al borde de sus capacidades extraordinarias para lograr esa victoria, ante un adversario tan original, fabuloso y titánico como él. También podría ser el enfrentamiento con situaciones límite usando sus capacidades sobrehumanas para vencer o morir con dignidad. Esta dignidad del vencido  consiste en ser recordado por haber muerto en enfrentamiento desigual ya fuera porque lo superaran en número, en cualidades o sus capacidades extraordinarias estuvieran disminuidas, sin embargo peleó hasta morir a sabiendas de que moriría sin remedio y dio lo mejor de sí en esa lucha. La dignidad del héroe exige el máximo sacrificio de él, él es capaz  de ofrendar su vida  para lograr esa victoria ante una situación que destruiría a los suyos o al género humano. 

Épica y lo épica y la épica

La épica es un poema que narra acciones o hazañas sobrehumanas realizadas por individuos excepcionales (héroes) para el logro de un objetivo o fin guerrero, aunque también podría tratarse de la hazaña sobrenatural de enfrentar vivo la muerte o a alguna deidad que le impida ir a algún lugar. Estas hazañas realizadas por el héroe se consideran dignas de ser contadas y leídas por las generaciones presentes y futuras, porque además en estos poemas narrativos versificados se suele recordar hazañas que promueven la identidad nacional, la formación de la nación o exalta las virtudes de los primeros héroes de la nación. Por tratarse de hazañas antiguas, grandiosas y fuera de lo común el tono de los versos narrativos es glorioso, exaltado y único.
Lo épico o épica (adjetivo) hace referencia a cualquier film,novela o situación de enfrentamiento guerrero donde los héroes (seres excepcionales y únicos) realizan acciones al borde de sus capacidades extraordinarias para lograr esa victoria militar ante un adversario tan original, fabuloso y titánico como él, aunque también se puede salir derrotado pero con la dignidad de haber dado todo de sí en la lucha. Esta dignidad del vencido es ser recordado por haber muerto en un enfrentamiento desigual y ante el cual no había la posibilidad de vencer, ya sea porque los enemigos lo superaran en número y cualidades o disminuidas sus capacidades extraordinarias, sin embargo peleó hasta morir a sabiendas de que moriría en el intento. La dignidad del héroe exige el máximo sacrificio de él, él es capaz de ofrendar su vida por lograr esa victoria ante una situación que destruiría a los suyos o al género humano. El héroe no vacila al enfrentarse a Dioses o fenómenos de la naturaleza por su Díos, país, raza o género humano.
Escrito por Franklin Martínez Rodríguez para el taller de Épica culta.

martes, 2 de marzo de 2010

¿Qué dicen los diccionarios?



Real Academia Española http://www.rae.es/
épico, ca.
(Del lat. epĭcus, y este del gr. ἐπικός).
1. adj. Perteneciente o relativo a la epopeya o a la poesía heroica.
2. adj. Dicho de un poeta: Cultivador de este género de poesía. U. t. c. s.
3. adj. Propio y característico de la poesía épica, apto o conveniente para ella. Estilo, talento, personaje épico
4. f. Poesía épica.


Diccionario Clave (SM) http://clave.librosvivos.net/
épico, ca
adj.
1 De la épica, relacionado con ella o con rasgos propios de este género literario: El Poema de Mio Cid es un poema épico castellano.
[2 col. Digno de figurar en un poema de este tipo, por el esfuerzo, la dedicación o el heroísmo que supone: Tuvieron que hacer un esfuerzo épico para ganar el partido.
adj./s.
3 Referido a un poeta, que cultiva la poesía épica: Los poetas épicos medievales suelen ser autores anónimos.
s.f.
4 Género literario al que pertenecen las epopeyas y la poesía heroica
ETIMOLOGÍA: Del griego epikós, y este de épos (verso, esp. el épico).


María Moliner
épico
épico, -a (del lat. "epicus", del gr. "epikós")
1 adj. Se aplica a la *poesía o *literatura en que se relatan hazañas o hechos heroicos. Heroico. También se aplica a los mismos hechos heroicos, así como a las cosas relacionadas con esa literatura: "Una lucha épico". Heroico. Heroísta. Épica, epopeya. Grandioso. Se aplica a algo digno de recordarse por haber sido realizado con grandes dificultades o padecimientos: "Un esfuerzo épico".
2 (inf.) Aplicado a palabras que significan "escándalo" o cosa parecida, muy grande: "Cogió una borrachera épica. Nos echó una bronca épica". *Tremendo. Homérico.

Selección de textos para la exposición

Como conversamos, en el taller tendremos dos exposiciones orales por cada estudiante. Una, su propuesta de investigación; la segunda, un poema épico culto o al menos relacionado con este sub género. Aquí dejo una lista con títulos propuestos: eso no significa que Uds. no puedan proponer otros. El día viernes se deberán postular por un título. Si no hay nadie más postulado para ese título en particular, es suyo. Si son varios los que aspiran hacer su exposición acerca se se título se definirá por sorteo. Recomiendo pensar en dos o tres opciones para no quedarse fuera y tener que depender únicamente de la suerte.
Los títulos propuestos son:
1. Orlando Furioso Ludovico Ariosto
2. Los Lusíadas Luis de Camoêns
3. Jerusalén Libertada Torquato Tasso
4. La Araucana Alonso de Ercilla
5. Elegías de Varones Ilustres de Indias Juan de Castellanos
6. La Dragontea Lope de Vega
7. Isidro Lope de Vega
8. Jerusalén Conquistada Lope de Vega
9. La hermosura de Angélica Lope de Vega
10. Las lágrimas de Angélica Barahona de Soto
11. El paraíso perdido John Milton
12. El paraíso recobrado de John Milton
13. El Bernardo poema heroico Bernardo de Balbuena
14. La Henriada Voltaire
15. Endymion Keats
16. The Cantos Pound
17. Paterson W.C. Williams
Otros posibles pero difíciles de conseguir: Orlando enamorado de Boiardo, La Austríada de Rufo, África de Petrarca, La Francíada de Ronsard.