miércoles, 17 de marzo de 2010

Eneas en Ilíada del Canto XIII al XXIV

Iliada XIII vv 458-ss

En el curso de sus pensamientos [a Deífobo]  le pareció lo mejor / ir en busca de Eneas. Lo halló el último de la muchedumbre, / quieto: albergaba un cólera incesante con el divino Príamo, / porque no lo valoraba  a pesar de su valor entre los guerreros.  / Deteniéndose cerca, le dijo estas aladas palabras: / ¡Eneas consejero de los troyanos! Ahora a toda costa / has de defender a tu cuñado si algo te importan tus parientes! […]
[Idomeneo]¡ Aquí, amigos! ¡Defendedme que estoy solo! Miedo atroz / me da el ataque de Eneas, de pies veloces, que viene contra mí / y es muy poderoso para exterminar a los hombres en la lucha. 
[Más adelante Eneas mata a Afaleo Caletórida v. 541-543]

XVI vv. 608-625

Eneas arrojó la broncínea lanza contra Meríones: / esperaba atinarle mientras avanzaba protegido bajo el broquel; / pero éste vio venir la broncínea pica de frente y la esquivó. / Se agachó hacia adelante, y la larga asta detrás de él / se hundió en el suelo y empezó a vibrar el cuento / de la pica; y el brutal Ares no tardó en relajar allí su furia. / La punta de la lanza de Eneas se perdió bajo el suelo / palpitando, después de partir en vano de su robusto brazo. Entonces Eneas exclamó con el ánimo lleno de ira: / <<¡Meríones! Por muy buen bailarín que seas, seguro que / mi pica te habría detenido para siempre de haberte acertado.>> / A su vez Meríones, insigne por su lanza, le miró y dijo: / <<¡Eneas! Por muy valiente que seas, difícil es / que apagues la furia que todos los hombres que frente a ti / lleguen a oponerse: también tú tienes hechuras de mortal. / Si logro acertarte y te alcanzo de lleno con el agudo bronce, / me darías el honor, y la vida a Hades, el de ilustres potros.>>

XVII vv. 319-ss [Eneas reconoce a Apolo, incita al combate y hiere a Leócrito]

Entonces los troyanos a manos de los aqueos, caso a Ares, / habrían penetrado en Ilio doblegados por sus cobardías, / y los argivos habrían conquistado gloria contra el sino de Zeus / y sólo gracias a su fuerza y su brío; pero Apolo en persona / instó a Eneas, tomando la figura de Perifante, /
El heraldo Epítida, que al servicio de su anciano padre / envejecía como pregonero y que sentía un gran amistad por él. / Apolo el hijo de Zeus, tomó la figura de aquél y le dijo: / <<¡Eneas! ¿Cómo en contra de la divinidad podríais salvar / la escarpada Ilio? Igual que ya he visto a otros hombres: / poniendo la confianza en su fuerza, su brío su virilidad / y en su número, aunque tuvieran una tropa en exceso reducida. / Es más, ahora Zeus prefiere para nosotros y no para los dánaos / la victoria; mas tembláis de modo inenarrable y no lucháis. >> / Así habló, y Eneas reconoció al flechador Apolo, / al verlo de frente y con un gran grito dijo a Héctor: / <<¡Héctor y demás jefes de los troyanos y de los aliados! / Es una vergüenza que bajo el acoso de los aqueos, caros a Ares, / ahora penetremos en Ilio, doblegados por nuestras cobardías. / Pero un dios se ha presentado ante mí y me ha asegurado / que Zeus, supremo instigador de la lucha, es aún nuestro patrono. / Por eso, vayamos derechos contra los dánaos y que tranquilos no logren acercar el cadáver de Patroclo a sus naves.>> / Así habló y de un salto se plantó delante de las líneas, / y ellos se revolvieron y plantaron cara a los aqueos. Entonces Eneas hirió con la lanza a Leócrito, / Hijo de Arisbante, noble compañero de Licomedes.

XVII vv. 491-536

[Héctor] ¡Eneas consejero de los troyanos, de broncíneas túnicas! / Acabo de ver aquí los dos caballos del velocípedo Eácida, / que han aparecido en combate con aurigas viles./ Por eso tendría esperanza de capturarlos si tú en tu ánimo / quieres, porque, ante la acometida de nosotros dos, / no osarían plantarnos cara de cerca ni trabar marcial lucha.

vv. 755-761 

Como una bandada de estorninos o de grajos vuela / con estridentes chillidos de muerte al ver acercarse delante / al gavilán, que siembra mortandad entre los pájaros menudos, / así bajo el empuje de Eneas y Héctor los jóvenes aqueos / iban entre chillidos de muerte, olvidados de su belicosidad. / Muchas bellas armas cayeron alrededor y a los lados del foso / en la huida de los dánaos, y no había pausa en el combate.

Iliada XX 158-352

[Enfrentamiento entre Aquiles y Eneas. Posidón rescata al héroe troyano a pesar de Hera.]
El destino suyo es eludir la muerte, / para evitar que perezca estéril y sin traza el linaje / de Dárdano, el hijo que el Crónida más amó de todos / los que han nacido de él y de mujeres mortales. / Pues el Cronión ya ha aborrecido la estirpe de Príamo, / y ahora la pujanza de Eneas será soberana de los troyanos, / igual que los hijos de sus hijos que en futuro nazcan.